Ser lesbiana por mí y por las demás

Maria Alejandra Mesa Pinilla*

Ser lesbiana, como lo han definido Ochy Curiel, Yuderkys Espinosa, Adrianne Rich, Monique Wittig, Cheryl Clarke, entre otras teóricas lesbofeministas, es un posicionamiento político que va mucho más allá de una orientación sexual homosexual, es una resistencia a partir del establecimiento de relaciones sexo-afectivas o amistosas entre mujeres. Esto, a su vez, pone en riesgo el orden heteronormado que se nos ha impuesto desde la colonización y convierte a partir de este, la figura de lesbiana como disidente e indeseada.

En la sociedad contemporánea bajo un sistema heteropatriarcal las lesbianas hemos sido definida a partir de tres categorizaciones. En primer lugar, se cosifica y se fetichiza nuestra sexualidad y placer, debido a que la sexualidad entre mujeres se convertirá en placer del hombre. En segundo lugar, se configura a partir de una expresión física disidente que no encaja entre lo que se considera masculino, ni femenino para lo cual han creado términos como “machorra” y “marimacha” entre otras. En tercer lugar, interiorizamos el sistema heteropatriarcal moldeándonos bajo pretensiones como “la reproducción de la familia heterosexual”, “pertenecer y buscar la aprobación de círculos religiosos”, establecer roles “masculinos y femeninos” en nuestras relaciones, y /o enunciarnos como “activas” o “pasivas”.

En este panorama ¿Por qué enunciarse lesbiana? ¿Por qué hacerse visibles dentro de una sociedad heteropatriarcal? En los círculos lésbicos es común hablar del placer, la discriminación, la violencia, la cotidianidad, todo esto sin enunciarse como lesbianas, bajo pretextos como “no todo el mundo tiene que saberlo”, “es mi vida privada”, “mi vida no gira entorno a eso”, “soy gay”, entre otras frases.

Y a partir del miedo, hemos perdido de vista nuestra capacidad disidente de resistir, la lesbiana que existe a pesar del disfraz que nos ha impuesto la sociedad, resiste al control que, bajo la figura de normalidad, amor y amistad el sistema ha impuesto sobre nuestros cuerpos.

La lesbiana se ha rebelado y ha decidido sobre su placer, ha decidido construir un mundo con otra mujer. Ha superado la competencia que el patriarcado ha impuesto entre nosotras, ha negado el acceso de su cuerpo a los hombres, ha negado el placer de su sexo a los hombres, si no ha sido por medio de la visibilización, ha sido por medio de su mera existencia que se ha rebelado ante la explotación física, sexual, económica y psicológica que los hombres y la sociedad han ejercido por años sobre las mujeres.

En otras palabras, como lo planteó Monique Wittig, la lesbiana ha destruido la clase mujer para liberarse de su opresor, y finalmente, la lesbiana, las feministas lesbianas, han añadido una categoría de análisis para estudiar el patriarcado y ha sido precisamente el papel de la heterosexualidad en el control y la explotación de las mujeres.

Es momento que nosotras, las lesbianas empecemos a rescatar la dimensión política y feminista que tiene el lesbianismo. Es momento, de entender que nuestro poder es subvertir el orden heterosexual, para de esta manera empezar a perderle el miedo a esa palabra entre sombras.

Esa palabra que definimos día a día pero que no somos capaces de nombrar, empecemos a visibilizarnos y a mostrarnos a esas otras que aún no han empezado el camino. A decirles que es posible, que pueden elegir, que no tienen nada malo en sus cabezas, que pueden desear a una mujer sin convertirse en pecadoras, que pueden explorar su sexualidad sin que esta esté sujeta a un hombre, que sus cuerpos les pertenecen, a ellas y no a un sistema. La visibilización, además de resistencia, es también un tejido sororo con esas otras mujeres que aún no han podido “salir del clóset”.

Nota: Quisiera agradecer a Diversas Incorrectas por darme la oportunidad de abrirme este espacio, y a mi compañera, que ha construido conmigo una visión politizada del lesbianismo que pueden encontrar en redes sociales como Safo Decolonial, y sin la cual no hubiera podido construir este escrito.

*Maria Alejandra Mesa Pinilla. Estudiante de trabajo social de la Universidad Industrial de Santander y lesbofeminista en deconstrucción.